domingo, 1 de diciembre de 2013

VIRUTAS DEL PASADO.AUTOBIOGRAFÍA

Capítulo 6. Nuevos caminos.

Después del infarto que sufrí seguí haciendo mi vida normal, cumpliendo un tratamiento, pero haciendo una vida como mejor pude, pero siempre cumpliendo mis obligaciones: seguí conduciendo, yendo de caza a mi manera, sobre todo el reclamo de perdiz.

Reclamo con Perdiz.

En el año de 1991 hubo elecciones municipales. Vino un grupo de conocidos, algunos amigos, y me dijeron que si quería ir en la lista por el Partido Popular, dije que sí, como si me lo fuese dicho otro partido político también lo habría aceptado porque nunca he estado afiliado a ningún partido para poder ser libre y hacer las cosas por derecho como mandan las ideas que tengo: respeto la igualdad, el estado de derecho, la libertad de expresión y cumplir todos los artículos que manda nuestra Constitución. Soy una persona que me gustan las cosas bien hechas, me pelearía con quien fuese por hacer las cosas sin excepción de nadie.            
Pues sí, fui en lista. Recuerdo que un día estando en Ubrique, estando aparcado en Los Callejones, se me acercó un hombre de aquí, de El Bosque, y me dice: “tú eres Pepito el del Trébol y vas en lista por un partido para las elecciones municipales”, le dije que sí y  me contestó: “¡pues ve cerrando el negocio porque ya las llevas claras!. Yo me pregunté cómo era posible eso. Cuando existe un estado de derecho, libertad de expresión, derechos humanos, por los que tanto lucharon nuestros antepasados para conseguirlo, con sangre, sudor y lágrimas, para que ahora se tire todo por la borda por culpa de unos señores con espíritu de caciques que no saben asumir las derrotas y son capaces de agarrarse a un hierro ardiendo antes de ser derrotados por un opositor. En parte, aquel hombre que me advirtió llevaba sus razones pero no todas porque yo creo que estaban equivocados, el egoísmo, el orgullo y la soberbia les domina a algunas personas, pues así es, cuando había elecciones hacían lo habido y por haber por no perder el poder. En todas las campañas que he conocido siempre hubo algo anormal, bien discusiones por cualquier insignificancia, asustando a las personas mayores, diciéndoles que si votaban a otro partido que no fuese el partido Socialista podrían quitarles las pensiones, barbaridades, cautivar votos por doquier, ofreciendo lo imposible, no hacía falta ser adivino para comprender y ver quienes eran los beneficiados y los discriminados, eso lo sabe bien quien lo ha vivido, espero que algún día esto cambie.
En el año 2003 volví a estar en la lista con el Partido Popular. Haciendo la campaña electoral se acordó que los cuatro primeros de la lista daríamos un mitin, cada uno exponiendo sus ideas, así fue. Allí no se ofendió a nadie, cada uno dijo lo que sentía respetando siempre las normas pero cuando se dice la verdad parece ser que es lo que más molesta, ¿de verdad molestó bastante? porque los resultados fueron contundentes, quiero decir como actuaron contra mi persona. Cuando terminó el recuento de votos y vieron que habían ganado las elecciones me tiraron caramelos por la espalda, en la campaña ellos repartieron unos caramelos con el nombre del partido Socialista en la envoltura, de esa forma lo celebraron. Yo me preguntaba, y me pregunto, ¿así son de sociables los que se suelen llamar socialistas?, en mi pueblo pues no sé. Lo que sí es cierto que en vez de ser caramelos hubiera habido piedras en el colegio electoral no sé lo que habría pasado. No sé cómo calificar a estas personas porque la actuación fue vil y cobarde.
A pesar de todo lo que me ha acontecido en la vida me siento orgulloso porque he tenido muy buenos momentos. Todo no van a ser penas, dentro de lo malo siempre hay algo bueno que contar, como veréis pocas cosas se me han quedado por hacer en la vida: aprendí el oficio de carpintero, emigré a Barcelona, trabajé 22 años en carpintería, he sido hostelero, me inventé un mostrador portátil para vender refrescos en el río, me iba al pontón con el coche y en el maletero, en cubas con hielo, metía las botellas pero eso fue poco rentable, vendí cupones de minusválidos, pero me di cuenta que yo no servía para ofrecer, yo quería que vinieran a comprarme, tuve que dejarlo.
También fui cazador, no como medio de vida, solamente como afición en tiempos libres, lo que más me gustaba era la caza del conejo con perros y el reclamo de perdiz.                    
Estando trabajando en la carpintería hubo un compañero, muy buena persona, con el que todos los fines de semanas me iba a cazar, desde la mañana temprano hasta el anochecer, este gran hombre fue Andrés Navarro. Yo ya llevaba varios años yendo de caza pero Andrés además de ser un buen compañero fue mi gran maestro en este gremio. Entre los dos tuvimos épocas de buenos perros, el tuvo tres inmejorables: Roberto, Chispa y Blanquita. Las mías eran tres hembras: Ligera, Linda y Canela y un macho que le llamaba Nerón, unos animales inmejorables, levantaban la pieza y jamás perdían la huella en terrenos difíciles como es el Albarracín o tenían que entrar a la escopeta o al boquete. Antes había más conejos y mejores perros. Andrés fue uno de entre muchos amigos que no se pueden olvidar jamás, por eso quiero homenajearte con estas líneas dedicadas para ti.
Mi amigo y compañero Andrés  Navarro
Creo haber cumplido a lo largo de estos años pasados con los deberes y obligaciones de un hombre honesto. Con lo que nunca voy a estar de acuerdo es que después de mis acontecimientos en la vida vaya a tener una vida más corta de lo normal. Con esto quiero decir que ahora cuando se está jubilado es cuando se puede viajar, ir de excursiones, conocer ciudades, países, pues nada de eso puedo hacer por culpa de mi invalidez, tengo que estar postrado en esta silla de ruedas lo que me queda de vida, ya lo único que puedo hacer es distraerme escribiendo, ver un partido de futbol, darme un paseo que otro en la silla, no pensar en lo que antes hacías y ahora no puedes, porque  eso sería acabar antes de tiempo.
Después de todo lo que me ha acontecido en el pasado tengo que asumir que he entrado en la cuenta atrás. De más sabemos que para irse de este mundo lo único que hace falta es estar en él, pero cuando se llega a cierta edad, y muy padecido, te vas dando cuenta que en el momento menos pensado puedes dejarlo para siempre. Hay momentos que desearías la muerte, ¡cuantas veces en momentos angustiosos la has aclamado!, pero después piensas y recapacitas: la vida es así, tienes sus momentos de angustia o de bienestar. Pero diré como decía uno que yo conocí: “me gustaría vivir cuatrocientos años, aunque fuese de pavero”, a mí  también me gustaría, aunque fuese en esta maldita silla de ruedas.
Yo que contaba vivir el resto de mi vida de pié y caminando en estos campos de Dios, entre la naturaleza, disfrutando de la vida, y me encuentro sin poder hacer lo que tanto he deseado, poder defenderme como una persona normal el resto de lo que me queda. Ya no me queda más remedio que estar ataviado a la silla de ruedas, el destino así lo ha querido.
Recuerdo cuando iba de caza con los perros y la escopeta, de tanto que me gustaba este deporte, la noche ante soñaba con los campos y montes que iba a estar el día siguiente, y lo hacía realidad. En cambio, hoy sueño quizás más que entonces pero cuando despierto y veo que sólo ha sido un sueño, te aburres. Aun así recuerdas aquellos momentos agradables de la vida, aunque nunca más podré vivirlos a no ser que Dios me diga, cómo le dijo a Lázaro, ponte en pié y camina, pero eso es muy difícil, no me queda nada más que aceptar lo que la vida ha querido para mí, no sé si me lo he merecido o el destino me lo tenía guardado.
Conejo levantado por los perros

Es difícil olvidar aquellos campos donde tantas veces estuve. Lo guardo en mi mente igual que si tuviera un video grabado. El primer día que fui de caza fue con una escopeta del calibre 16 que me prestó un amigo, Miguel Ruiz Gutiérrez, le decíamos todos Miguel el del guarda. Ese día de caza fuimos tres: Antonio Domínguez Zapata   hermano de Pepe el electricista, Miguel y yo, ¡lo que anduvimos aquel día!. Salimos al amanecer río abajo, Olivar del Médico, Vega del Garrobo, Cañajoso, Las Salinas, El Juncoso y volver, subir por lo del Blanquito a Las Lomas de Prado del Rey, cuando llegamos al Huerto Blanquillo era ya de noche. Cuento esto para que os hagáis una idea lo que he andado y ahora como me encuentro, eso fue un día, pero ¡cuantas veces he andado todas las fincas de la redonda, miles de veces!.
Es imposible volver al pasado pero, por lo menos, me queda el recuerdo de haber disfrutado de la naturaleza.  Tuve mis incidentes una vez que otra pero nunca fueron graves gracias a Dios. Con la escopeta tenía siempre mucha precaución, fueron muchas las veces que rodé con la escopeta en las manos pero nunca se me fue un tiro, por precaución, cuando iba andando, siempre le ponía el seguro.  

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