Capítulo
6. Nuevos caminos.
Después del infarto que sufrí seguí
haciendo mi vida normal, cumpliendo un tratamiento, pero haciendo una vida como
mejor pude, pero siempre cumpliendo mis obligaciones: seguí conduciendo, yendo
de caza a mi manera, sobre todo el reclamo de perdiz.
Reclamo
con Perdiz.
En el año de 1991 hubo elecciones municipales.
Vino un grupo de conocidos, algunos amigos, y me dijeron que si quería ir en la
lista por el Partido Popular, dije que sí, como si me lo fuese dicho otro
partido político también lo habría aceptado porque nunca he estado afiliado a
ningún partido para poder ser libre y hacer las cosas por derecho como mandan
las ideas que tengo: respeto la igualdad, el estado de derecho, la libertad de
expresión y cumplir todos los artículos que manda nuestra Constitución. Soy una
persona que me gustan las cosas bien hechas, me pelearía con quien fuese por
hacer las cosas sin excepción de nadie.
Pues sí, fui en lista. Recuerdo que un
día estando en Ubrique, estando aparcado en Los Callejones, se me acercó un
hombre de aquí, de El Bosque, y me dice: “tú eres Pepito el del Trébol y vas en
lista por un partido para las elecciones municipales”, le dije que sí y me contestó: “¡pues ve cerrando el negocio
porque ya las llevas claras!. Yo me pregunté cómo era posible eso. Cuando existe
un estado de derecho, libertad de expresión, derechos humanos, por los que
tanto lucharon nuestros antepasados para conseguirlo, con sangre, sudor y
lágrimas, para que ahora se tire todo por la borda por culpa de unos señores con
espíritu de caciques que no saben asumir las derrotas y son capaces de
agarrarse a un hierro ardiendo antes de ser derrotados por un opositor. En
parte, aquel hombre que me advirtió llevaba sus razones pero no todas porque yo
creo que estaban equivocados, el egoísmo, el orgullo y la soberbia les domina a
algunas personas, pues así es, cuando había elecciones hacían lo habido y por
haber por no perder el poder. En todas las campañas que he conocido siempre
hubo algo anormal, bien discusiones por cualquier insignificancia, asustando a
las personas mayores, diciéndoles que si votaban a otro partido que no fuese el
partido Socialista podrían quitarles las pensiones, barbaridades, cautivar
votos por doquier, ofreciendo lo imposible, no hacía falta ser adivino para
comprender y ver quienes eran los beneficiados y los discriminados, eso lo sabe
bien quien lo ha vivido, espero que algún día esto cambie.
En el año 2003 volví a estar en la
lista con el Partido Popular. Haciendo la campaña electoral se acordó que los
cuatro primeros de la lista daríamos un mitin, cada uno exponiendo sus ideas, así
fue. Allí no se ofendió a nadie, cada uno dijo lo que sentía respetando siempre
las normas pero cuando se dice la verdad parece ser que es lo que más molesta, ¿de
verdad molestó bastante? porque los resultados fueron contundentes, quiero
decir como actuaron contra mi persona. Cuando terminó el recuento de votos y
vieron que habían ganado las elecciones me tiraron caramelos por la espalda, en
la campaña ellos repartieron unos caramelos con el nombre del partido
Socialista en la envoltura, de esa forma lo celebraron. Yo me preguntaba, y me pregunto,
¿así son de sociables los que se suelen llamar socialistas?, en mi pueblo pues
no sé. Lo que sí es cierto que en vez de ser caramelos hubiera habido piedras
en el colegio electoral no sé lo que habría pasado. No sé cómo calificar a
estas personas porque la actuación fue vil y cobarde.
A pesar de todo lo que me ha
acontecido en la vida me siento orgulloso porque he tenido muy buenos momentos.
Todo no van a ser penas, dentro de lo malo siempre hay algo bueno que contar,
como veréis pocas cosas se me han quedado por hacer en la vida: aprendí el
oficio de carpintero, emigré a Barcelona, trabajé 22 años en carpintería, he
sido hostelero, me inventé un mostrador portátil para vender refrescos en el río,
me iba al pontón con el coche y en el maletero, en cubas con hielo, metía las
botellas pero eso fue poco rentable, vendí cupones de minusválidos, pero me di
cuenta que yo no servía para ofrecer, yo quería que vinieran a comprarme, tuve
que dejarlo.
También fui cazador, no como medio de
vida, solamente como afición en tiempos libres, lo que más me gustaba era la
caza del conejo con perros y el reclamo de perdiz.
Estando trabajando en la carpintería
hubo un compañero, muy buena persona, con el que todos los fines de semanas me
iba a cazar, desde la mañana temprano hasta el anochecer, este gran hombre fue
Andrés Navarro. Yo ya llevaba varios años yendo de caza pero Andrés además de
ser un buen compañero fue mi gran maestro en este gremio. Entre los dos tuvimos
épocas de buenos perros, el tuvo tres inmejorables: Roberto, Chispa y
Blanquita. Las mías eran tres hembras: Ligera, Linda y Canela y un macho que le
llamaba Nerón, unos animales inmejorables, levantaban la pieza y jamás perdían
la huella en terrenos difíciles como es el Albarracín o tenían que entrar a la
escopeta o al boquete. Antes había más conejos y mejores perros. Andrés fue uno
de entre muchos amigos que no se pueden olvidar jamás, por eso quiero
homenajearte con estas líneas dedicadas para ti.
Mi amigo y compañero Andrés Navarro
Creo haber cumplido a lo largo de
estos años pasados con los deberes y obligaciones de un hombre honesto. Con lo
que nunca voy a estar de acuerdo es que después de mis acontecimientos en la
vida vaya a tener una vida más corta de lo normal. Con esto quiero decir que
ahora cuando se está jubilado es cuando se puede viajar, ir de excursiones, conocer
ciudades, países, pues nada de eso puedo hacer por culpa de mi invalidez, tengo
que estar postrado en esta silla de ruedas lo que me queda de vida, ya lo único
que puedo hacer es distraerme escribiendo, ver un partido de futbol, darme un
paseo que otro en la silla, no pensar en lo que antes hacías y ahora no puedes,
porque eso sería acabar antes de tiempo.
Después de todo lo que me ha
acontecido en el pasado tengo que asumir que he entrado en la cuenta atrás. De más
sabemos que para irse de este mundo lo único que hace falta es estar en él, pero
cuando se llega a cierta edad, y muy padecido, te vas dando cuenta que en el
momento menos pensado puedes dejarlo para siempre. Hay momentos que desearías
la muerte, ¡cuantas veces en momentos angustiosos la has aclamado!, pero
después piensas y recapacitas: la vida es así, tienes sus momentos de angustia
o de bienestar. Pero diré como decía uno que yo conocí: “me gustaría vivir cuatrocientos
años, aunque fuese de pavero”, a mí
también me gustaría, aunque fuese en esta maldita silla de ruedas.
Yo que contaba vivir el resto de mi
vida de pié y caminando en estos campos de Dios, entre la naturaleza, disfrutando
de la vida, y me encuentro sin poder hacer lo que tanto he deseado, poder
defenderme como una persona normal el resto de lo que me queda. Ya no me queda
más remedio que estar ataviado a la silla de ruedas, el destino así lo ha
querido.
Recuerdo cuando iba de caza con los
perros y la escopeta, de tanto que me gustaba este deporte, la noche ante
soñaba con los campos y montes que iba a estar el día siguiente, y lo hacía
realidad. En cambio, hoy sueño quizás más que entonces pero cuando despierto y
veo que sólo ha sido un sueño, te aburres. Aun así recuerdas aquellos momentos
agradables de la vida, aunque nunca más podré vivirlos a no ser que Dios me
diga, cómo le dijo a Lázaro, ponte en pié y camina, pero eso es muy difícil, no
me queda nada más que aceptar lo que la vida ha querido para mí, no sé si me lo
he merecido o el destino me lo tenía guardado.
Conejo levantado por los perros
Es difícil olvidar aquellos campos
donde tantas veces estuve. Lo guardo en mi mente igual que si tuviera un video grabado.
El primer día que fui de caza fue con una escopeta del calibre 16 que me prestó
un amigo, Miguel Ruiz Gutiérrez, le decíamos todos Miguel el del guarda. Ese
día de caza fuimos tres: Antonio Domínguez Zapata hermano de Pepe el electricista, Miguel y yo,
¡lo que anduvimos aquel día!. Salimos al amanecer río abajo, Olivar del Médico,
Vega del Garrobo, Cañajoso, Las Salinas, El Juncoso y volver, subir por lo del
Blanquito a Las Lomas de Prado del Rey, cuando llegamos al Huerto Blanquillo
era ya de noche. Cuento esto para que os hagáis una idea lo que he andado y
ahora como me encuentro, eso fue un día, pero ¡cuantas veces he andado todas
las fincas de la redonda, miles de veces!.
Es imposible volver al pasado pero, por lo menos, me queda el recuerdo
de haber disfrutado de la naturaleza. Tuve
mis incidentes una vez que otra pero nunca fueron graves gracias a Dios. Con la
escopeta tenía siempre mucha precaución, fueron muchas las veces que rodé con
la escopeta en las manos pero nunca se me fue un tiro, por precaución, cuando
iba andando, siempre le ponía el seguro.
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