Capítulo
4. Vuelta a tú tierra, tú sitio, tú pueblo.
Volví a mi tierra natal, mi pueblo, El Bosque, mi familia, mis amigos… Pasé la Navidad como mejor pude
con los míos, fui a saludar a los dueños donde trabajé: a Diego Castro y
familia, ya el padre le había traspasado la fábrica a los dos hijos, a José
Genaro Castro y su hermano Diego, me dijeron que si quería trabajar tenía mi
sitio, acepté y empecé una nueva etapa. Comencé a trabajar como antes de irme a
Barcelona, haciendo sillas, sillones y mesas, conforme pasó el tiempo me fui
especializando un poco y los trabajos que encargaban más delicados casi siempre
me tocaba hacerlos a mí en aquellas fechas, después por ese taller fueron
pasado muy buenos carpinteros.
Cuando estas
escribiendo tu pasado es lógico y normal que se te olviden cosas pero yo quiero
procurar que sean las mínimas; ahora se me acaba de venir a la memoria una de
las cosas que no quería que se me olvidara. Entre los años sesenta y setenta
tuvimos una orquesta varios amigos, nos lo pasábamos bien, a la vez la gente se
divertía mucho. Entonces fue cuando España ganó el festival de Eurovisión con
la canción “La, La, La” que cantó Massiel, precisamente teníamos esa canción en
el repertorio, yo era uno de los que cantaba. Otra canción era “Marionetas en
la cuerda” y muchas más.
Muchas cosas de las
que explico a lo largo de mi vida han sido tristes pero también he tenido muy
buenos momentos. Una vez en la Semana Santa tocamos en la procesión, Orozco
llevaba el bombo, Servando el redoblante, Juan Calvillo y yo las trompetas y
todo esto sin saber solfeo ni nada, algunas veces nos salían unos gallos para reírse,
he hecho de todo en la vida, esta vez hasta el ridículo pero nadie se lo tomaba
a mal, lo hacíamos con mucha voluntad y
sin cobrar nada.
Un grupo de
amigos de fiesta.
Los fines de semanas nos íbamos los amigos de juerga,
nos tomábamos dos copas en los bares y a cantar, a echar serenatas a las amigas
que teníamos todos, con eso nos divertíamos. Las serenatas eran una cosa muy
seria, se hacían con mucho respeto y seriedad, si alguno se pasaba con alguna
tontería lo mandábamos a callar, sobre todo mucho silencio por que las
serenatas se echaban a deshora de la noche. Había que tener en cuenta que
también las escuchaban los que algún día podían ser tus suegros.
Pepito con amigos y su cuñado Juan Román, Chile, en
la romería de San Antonio en Los Cañitos.
En estos años un día me citan al
ayuntamiento para proponerme si quiero ocupar un cargo en la política, lo acepté,
ese cargo era Consejero Local del Movimiento. Unos meses después, un buen día
nos citaron para dar el juramento. Vino de Cádiz el Delegado Provincial, nos
pusieron una mesa, un reclinatorio para hincarte de rodillas, en la mesa un Crucifijo
y la Biblia. El Delegado presidió la ceremonia; tu con la mano sobre la Biblia tenías que decir
estas palabra: “Juro servir a España y al Jefe del Estado, con inscrita
fidelidad”, él contestaba: “si es así que Dios os lo premie, y si no, que os lo
demande”. Hay que saber que esto era en tiempo de la Dictadura, en los años
sesenta hasta los setenta y algo, hasta que empezó la democracia.
Lo llevamos como mejor se pudo,
asistiendo a reuniones, firmando papeles, escuchando propuestas, hacer las que
se podían, total las rutinas de estos cargos. Pero un día, no se como saltó un
rumor, entre concejales y consejeros, de unas lindes de un terreno que no iban
por su sitio, acordaron ir a Cádiz para investigar el asunto. Fuimos un día,
llegamos a las once de la mañana a la Jefatura Provincial
de Tráfico, que era donde trabajaba el Delegado Provincial del Movimiento, nos
dijo que no podía atender a nadie porque tenía mucho trabajo así que nos citó a
las seis de la tarde en el despacho oficial suyo. Pero el que estaba allí no era él, era un tal
Don Moisés, no recuerdo los apellidos, pero era otro de los jefes, estábamos
todos sentados y entró diciendo con voz dura y rígida: “!a ver qué pasa aquí¡”,
le contestaron exponiéndole el problema y contestó: “iros a vuestras casas que
os podéis ver en los tribunales e incluso entrar en la cárcel”. ¿Qué se puede
pensar ante esta situación, y además en una dictadura?, pues nada, que tienes una casa, una familia, callarte,
sentirte impotente, no se sabe que otra cosa puedes hacer. Después lo que pasa
en los pueblos: los comentarios, unos con aciertos y otros decían barbaridades,
muchos de los que estábamos implicados escuchamos insultos de todas las
índoles.
Pero lo digo con el corazón en la mano:
ni me arrepiento, ni guardo rencor a nadie. Nunca se debe arrepentir uno por
hacerle el bien a los demás, arrepiéntete cuando lo hagas por tus intereses o
por favorecer sólo a los tuyos, todos tenemos los mismos derechos como manda el
artículo catorce de nuestra constitución. Lo digo siempre, y lo repetiré mil
veces: en la vida hay que ser un hombre de bien, para el bien de los demás; el
que diga lo contrario es un indeseable ante la sociedad.
En la vida se nos presentan muchas
cosas que tienes que asumir, todo no es de color de rosa, para conseguir algo,
algo te cuesta, el que se crea lo contrario está equivocado.
Yo estuve 22 años en la carpintería. Un
día me dijo el dueño que si quería ser encargado de taller al cuidado del
personal, el trato fue que me daría el uno por cien de la producción, lo
acepté. Estuve algunos años, si ganaba más era una ayuda buena para el sueldo,
pero por lógica, ya sabes, a veces te tienes que enfrentar con el patrón y con
los trabajadores, que eran amigos tuyos, y a pesar de todo siempre, cosa lógica,
había algún descontento; en alguna ocasión lo pasé mal, a veces hay que aceptar
que para todo no se vale en la vida.
Así pasaron unos cuantos años, pude
ahorrar algo y ya fui pensando en casarme. Acordamos la fecha, fue un 11 de
Agosto de 1973, nos casó un cura que había estado aquí, en El Bosque, hacía ya
unos pocos de años, se fue de aquí pero vino a pasar unos días y precisamente
fue en esa fecha cuando nos casó, nos dijo: “nunca os ibais a imaginar que os
iba a casar yo” ese cura era Don Fernando Villalba Guerra. Este sacerdote fue
el que hizo el salón Parroquial, estuvo aquí en El Bosque durante mi
adolescencia y mi juventud.
Di ese paso que se dice que debemos de
dar todos los hombres, casarnos. Hay un dicho muy viejo que dice que todos los hombres
debemos sembrar un árbol, tener al menos un hijo y escribir un libro, yo voy a
intentar cumplir esas tres cosas: el árbol lo sembré y mi primer hijo, Rubén,
nació el 15 de mayo de 1974, una de las grandes alegrías de mi vida, después he
tenido cuatro mas, Damián, Ana María, Fátima y Virginia, de todos recibí esa
gran alegría que todo padre siente al nacer un hijo, a todos los quiero por
igual, no le puedo poner reproches a ninguno, cada uno es como es.
El 8 de Junio de1981 murió mi madre que
vivía con mi hermana Isabel. Se fue al otro mundo sin disfrutar mucho de sus
nietos, ¡con lo que los quería¡, como eran las vísperas de la fiestas de
nuestro patrón le dije a Diego Castro que iba a trabajar los días de la fiesta,
me dijo que si, así lo hice.
Mi
madre.
En octubre del mismo año, el día 10, recuerdo
que era sábado, siempre recordare que estaba puesto el mercadillo ese día en la
calle La Rosa, tuve la mala suerte de tener un accidente en una máquina con una
fresa, fueron unos momentos de angustias, de desesperación, por que en esos
momentos se me rodearon una serie de problemas que tenía que resolver sin saber
cómo. El primero era que tenía cuatro niños, todos chiquitos, y me veía sin poder trabajar por el daño que
me había hecho en la mano, no sentí ni dolor, el dolor más grande se me pasó a
la cabeza, que no paraba de darme vueltas, pensando como iba a solucionar la
papeleta que se me había presentado; no sabia como reaccionar. Me llevaron al
consultorio y una ATS, que era una tal Pili, me puso una inyección para la
hemorragia, me lío bastantes gasas y me llevaron a Jerez, por cierto me llevó Andrés
Navarro Santos en un Sinca 1200 que él tenía. Ese día no había taxis
disponibles, me sacaron una radiografía y me mandaron de momento en una
ambulancia a Sevilla a García Morato, Hospital Virgen del Rocío, a la sección
de cirugía plástica, pero para nada, los dedos los llevaba yo hechos polvos,
sólo me quedó en el dedo índice la primera falange y parte de la segunda; en el
corazón sólo me quedó una; en el anular me quedó parte de una, pero muy poco,
lo perdí casi todo y en el meñique me tocó el nervio, se me quedo completamente
recto. Estuve en Sevilla unos cuantos días, yo veía la radiografía y no me
parecía mucho pero cuando me quitaron el yeso me di cuenta de lo que me faltaba,
se me cayó el cielo encima. Poco a poco me fui superando hasta conseguir la normalidad.
Como todos sabemos en lo pueblos
chicos cuando ocurre cualquier cosa todos nos enteramos; un día fui al bar de
Pepe Doblas y estaba Juan Olmedo, el de Chacinas Olmedo, y me preguntó que cómo
estaba, le respondí, y me dice Juan: “¿cómo andas económicamente?, si te hace
falta algo aquí estoy yo para ayudarte, vas a lo de mi hermana Antonia a la
tienda y sacas los mandados que te hagan falta, cuándo tú puedas los pagas como
quieras”. Gracias a Dios no me hizo
falta porque tenía unos ahorrillos, pero esto fue un detalle que no lo olvidaré
mientras viva, esta persona se fue para siempre, Dios le tenga en el sitio donde
la Justicia Divina cree que merecemos estar cada ser humano.
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